El culto al Señor debe ser una entrega de cuerpo, alma y espíritu en forma voluntaria agradándole con nuestro diario andar.
Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Éste es el verdadero culto que deben ofrecer. No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. Romanos 12:1-2
El culto al Señor no depende de un lugar, sino de mi actitud para con Él. Muchas veces escuché decir a creyentes en Cristo, no sé cómo agradecer al Señor todo lo que ha hecho por mí. Aquí el apóstol Pablo nos dice la manera que debemos hacerlo, es rendirnos cada día a Dios. Si no hay una entrega personal diaria de nuestro cuerpo, alma y espíritu al Señor, no estamos siendo agradecidos ni estamos dispuestos a ser usados por el Señor, negándonos a nuestro propio deseo y voluntad.
Cuando no rendimos todo nuestro ser al Señor que nos salvó, en algún momento sin darnos cuenta, nuestro cuerpo será un instrumento del diablo para autodestruirnos o para destruir al prójimo. Por eso es necesario presentarnos diariamente ante el Señor, ofrendando todo nuestro ser y así estar a disposición de Dios, para que nos use como, cuando y donde Él quiere. Eso también nos libra de ser influenciados por el sistema perverso de este mundo, que siempre está en contra de una vida en el Espíritu, llevándonos a satisfacer los deseos de nuestra naturaleza carnal.
Para esto debemos leer, memorizar y meditar las Sagradas Escrituras, eso hace que cambie nuestra manera de pensar, y tengamos una vida grata delante de Dios. La biblia dice, La enseñanza del Señor es perfecta, porque da nueva vida. El mandato del Señor es fiel, porque hace sabio al hombre sencillo. Salmos 19:7. Al leer y meditar en la palabra de Dios, nuestros pensamientos van siendo transformados y se comienza a conocer la voluntad de Dios, la cual es buena, agradable y perfecta en nuestro diario andar, y así vivir una vida de plenitud en el Señor, con algunas dificultades pero siempre en victoria.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
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