Semana Santa, parte 2
Como he
mencionado en el artículo anterior, la humanidad está separada de Dios por
causa del pecado, que hace separación entre Dios y el ser humano. Además nos
constituye como enemigos de Dios, nos aleja y nos enfrenta con nuestro hacedor,
es por esa causa que la vida del hombre en esta tierra está llena de
conflictos, sufrimientos y enfermedades que amargan y destruyen la existencia
humana.
Pero Dios nos
ama de tal manera que al ver el penoso peregrinar del hombre por este mundo,
recordando su promesa, decidió enviar a su Único Hijo a este mundo, para cargar
y castigar en él, el pecado de la humanidad y así librar al hombre de la
maldición del pecado.
En la cruz del
calvario Dios muestra su amor, al cargar sobre su Unigénito Hijo Jesús nuestras
miserias, maldades, sufrimientos y
enfermedades abriendo una puerta de escape de esa situación. Recuerde las
palabras de Jesús que dijo; Yo soy la puerta, el que por mi entra será salvo.
Es la manifestación visible e inmutable del Gran Amor
de Dios hacia nosotros, sus criaturas.
Cuando nosotros los pecadores
no podíamos salvarnos, Cristo murió por nosotros. Murió en el momento elegido
por Dios. En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a dar su vida
por otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a
alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena. Pero Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por
nosotros, a pesar de que nosotros todavía éramos pecadores. Romanos 5:6
¿Qué sucedió allí?
Para entender
eso debemos volver al Jardín del Edén, donde Dios puso al hombre con un
propósito y le dio mandamientos, especialmente que no comiera del árbol de la
ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera le dijo Dios; ciertamente
morirás, pero lamentablemente el hombre desobedeció, comió del fruto prohibido
y murió espiritualmente.
Fue echado del
huerto y así el hombre quedó bajo la maldición del pecado, y al echar Dios al
hombre del huerto del Edén y de Su Presencia, la humanidad toda, representada
en Adán y Eva estaba siendo echada de la presencia de Dios. Pero Dios se
propuso rescatarlo, sacarlo de esa triste y penosa condición.
Es por eso que
Dios desde antes de la fundación del mundo ya había hecho provisión para
salvarlo. Dios ya había dispuesto el Cordero para el sacrificio que hiciera
posible perdonar al hombre su pecado, y traerlo de vuelta a Su Presencia.
Y allí en el Calvario sucede el cumplimiento de la
promesa que Dios se había propuesto en sí mismo de salvar al hombre.
Dios nos declara inocentes
por medio de la muerte de Cristo, con mayor razón, gracias a Cristo, nos
librará del castigo final. Si cuando todavía éramos sus enemigos,
Dios hizo las paces con nosotros por medio de la muerte de su Hijo, con mayor
razón nos salvará ahora que su Hijo vive, y que nosotros estamos en paz con
Dios. Romanos 5
Continuará… Bendiciones. P. Sosa
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