La convivencia humana nunca ha sido
fácil. Y menos aun cuando surgen diferencias en lo que piensa cada uno, o cuando
aparecen problemas externos de difícil solución.
Está registrado en las Sagradas
Escrituras, mandamientos para desarrollar una vida de convivencia en amor, sin
violencia y con mucha gratitud a Dios.
Mis queridos hermanos y amigos,
pongan atención a esto que les voy a decir: todos deben estar siempre
dispuestos a escuchar a los demás, pero no dispuestos a enojarse y hablar
mucho. Porque
la gente violenta no puede hacer lo que Dios quiere. Por eso, dejen de hacer lo
malo, pues ya hay mucha maldad en el mundo. Hacer lo malo es como andar vestido
con ropa sucia. Más bien, reciban con humildad el mensaje que Dios les ha dado.
Ese mensaje tiene poder para salvarlos.
¡Obedezcan el mensaje de Dios! Si lo
escuchan, pero no lo obedecen, se engañan a ustedes mismos y les pasará lo
mismo que a quien se mira en un espejo: tan pronto como se va, se olvida de
cómo era. Por el contrario, si ustedes ponen toda su atención en la
palabra de Dios, y la obedecen siempre, serán felices en todo lo que hagan.
Porque la palabra de Dios es perfecta y los libera del pecado.
Si alguien se cree muy santo y no
cuida sus palabras, se engaña a sí mismo y de nada le sirve tanta
religiosidad. Creer
en Dios el Padre es agradarlo y hacer el bien, ayudar a las viudas y a los
huérfanos cuando sufren, y no dejarse vencer por la maldad del mundo.
Santiago 1:19
Esto es lo que necesita toda familia
y sociedad civilizada para tener un ambiente de paz y armonía, formando
generaciones respetuosas, responsables y pacíficas trabajando para el bien
común.
Los abraza en Cristo. P. Sosa
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