Es tiempo que pensemos en
esta oración que el apóstol Pablo hace por los hermanos de la iglesia de Éfeso.
Es la oración que debemos hacer unos por otros en este tiempo complicado que
vivimos, poniéndonos en las manos del Señor.
Por eso yo, por mi parte,
desde que me enteré de la fe que tienen en el Señor Jesús y del amor que
demuestran por todos los santos, no he dejado de dar gracias por ustedes al recordarlos
en mis oraciones. Pido
que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu
de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que
les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los
ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la
grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza
grandiosa y eficaz que
Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su
derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y
dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no solo en este mundo, sino
también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y
lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Esta, que es su cuerpo, es la
plenitud de aquel que lo llena todo por completo. Efesios 1
Sin duda que si todos hacemos esta clase
de oración, la iglesia de Cristo será fortalecida en el poder de la fuerza del
Señor, quien fortalece nuestra vida espiritual a través de la revelación de su
palabra en cada una de nuestras vidas.
Los abraza en Cristo. P. Sosa
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