Semana Santa, última parte.
¡Eso es lo más
glorioso!, lo que hoy significa para nosotros los seres humanos, ese sacrificio
del Hijo de Dios hecho hombre. Tú y yo tenemos esperanza cierta en cuanto a
poder acercarnos a Dios. Pues por medio de ese sacrificio allá lejos y hace
tiempo, tenemos la puerta abierta al trono de la gracia de Dios para nuestras
vidas hoy.
La persona
hoy, puede entrar confiadamente a la Presencia de Dios, mediante la sangre de
Jesucristo, el Salvador propuesto por Dios, reconociendo que necesita ser
perdonado de sus pecados, y puede hallar oportuno socorro para la vida.
Pues la Biblia en Miqueas 6:19
dice; Él volverá a tener misericordia de
nosotros, sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos
nuestros pecados.
Entonces no es
necesario vivir apartado de Dios, sin fe y sin esperanza en este mundo, sin
saber que va a pasar conmigo cuando el creador me llame a Su Presencia.
Hoy, si reconocemos nuestros pecados, y nos
arrepentimos, y pedimos a Dios que nos perdone por medio de Cristo, él lo hace
porque nos ama.
¿Qué más
se puede decir? ¿Seguiremos pecando para que Dios nos ame más
todavía? ¡Por supuesto que no! Nosotros ya no tenemos nada que ver con el
pecado, así que ya no podemos ni debemos seguir pecando.
Nosotros
bien sabemos que, por medio del bautismo en agua, nos hemos unido a Cristo en
su muerte. Al decidir ser bautizados, morimos y
somos sepultados con él; pero morimos para nacer a una vida totalmente
diferente. Eso mismo pasó con Jesús, cuando Dios el Padre lo resucitó con gran
poder.
Si al
bautizarnos participamos en la muerte de Cristo, también participaremos de su
nueva vida. Una cosa es clara: antes éramos pecadores, pero cuando Cristo
murió en la cruz, nosotros morimos con él. Así que el pecado ya no nos
gobierna. Al morir, el pecado perdió su poder
sobre nosotros.
Si por
medio del bautismo morimos con Cristo, estamos seguros de que también viviremos
con él. Sabemos que Jesucristo resucitó, y que nunca más volverá a morir,
pues la muerte ya no tiene poder sobre él. Cuando Jesucristo murió, el
pecado perdió para siempre su poder sobre él. La vida que ahora vive, es para
agradar a Dios.
De igual
manera, el pecado ya no tiene poder sobre nosotros, sino que Cristo nos ha dado
vida, y ahora vivimos para agradar a Dios. Así que no dejemos que el
pecado nos gobierne, ni que nos obligue a obedecer los malos deseos de nuestro
cuerpo.
Nosotros
ya hemos muerto al pecado, pero ahora hemos vuelto a vivir. Así que no dejemos
que el pecado nos use para hacer lo malo. Más bien, entreguémonos a Dios, y
hagamos lo que a él le agrada. Así el pecado ya no
tendrá poder sobre nosotros, porque ya no somos esclavos de la ley. Ahora estamos
al servicio del amor de Dios.
Alguien
podría decir que, como ya no somos esclavos de la ley, sino que estamos al
servicio del amor de Dios, podemos seguir pecando. Pero eso no es
posible.
Nosotros
sabemos que quien siempre obedece a una persona, llega a ser su esclavo.
Nosotros podemos servir al pecado y morir, o bien obedecer a Dios y recibir su
perdón. Antes, nosotros éramos esclavos del
pecado. Pero gracias a Dios que obedecimos de todo corazón la enseñanza que se nos
dio. Ahora nosotros nos hemos librado del pecado,
y estamos al servicio de Dios para hacer el bien.
Como
todavía cuesta entender esto, se lo explico con palabras sencillas y bien
conocidas. Antes nosotros éramos esclavos del mal, y cometíamos pecados
sexuales y toda clase de maldades. Pero ahora debemos dedicarnos completamente
al servicio de Dios.
Cuando nosotros
éramos esclavos del pecado, no teníamos que vivir como a Dios le agrada. ¿Pero
qué provecho sacamos? Tan sólo la vergüenza de vivir separados de Dios para
siempre. Sin embargo, nosotros ya no somos esclavos
del pecado. Ahora somos servidores de Dios. Y esto sí que es bueno, pues el
vivir sólo para Dios nos asegura que tendremos la vida eterna. Quien sólo
vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida
eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor. Romanos 6
¡Gracias sean dadas a Dios, por su regalo
precioso! ¡Vivamos la vida con alegría y gratitud!
Bendiciones.
P. Sosa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario