miércoles, 3 de julio de 2024

Para pensar ¿Dónde está puesta mi confianza?

Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. Jeremías 17:5-6

El ser humano siempre tiene necesidad de confiar en alguien o en algo, cualquiera sea las circunstancia por la que esté atravesando, por eso es que crece tanto la idolatría en el mundo. La persona siempre tendrá dos opciones a saber, una es confiar en su propia sabiduría, fuerza,  capacidad, reliquias, talismanes, amuletos o contactos importantes para resolver los problemas, que a diario tiene que tratar como ser, en la familia, el trabajo, los estudios, las amistades y relaciones en general. Son situaciones desgastantes, porque muchas veces no se termina de salir de una y ya aparece otras que requieren atención.

Eso lleva a la persona a estar enfocada en todo tiempo y lugar en esos problemas, los cuales no le permiten disfrutar de los buenos momentos con la familia, amigos o compañeros. Quizás usted se pregunte, ¿Por qué sucede esto si pongo lo mejor de mí? Muy sencillo, porque al no tener en cuenta a Dios está diciendo que no lo necesita, y se pone bajo maldición por confiar en sí mismo, en cosas o en otra persona.

La otra opción es confiar en Dios, es la persona que actúa en forma diferente ante las diversas circunstancias que le toca vivir.

La biblia dice de esa persona, Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto. Jeremías 17:7-8

Esta persona es diferente en su actitud con respecto a los problemas que surgen en su diario andar. Ella tiene en quien confiar sabiendo que nunca estará sola, sino que Dios en su amor, misericordia y compasión le da sabiduría de lo alto para resolver esos problemas que aparecen, ya sea en el hogar, el trabajo, sus estudios, con sus amigos o compañeros. Siempre estará en paz, disfruta la vida en familia o con amigos, porque no depende de su propia fuerza, capacidad, sabiduría o inteligencia ante situaciones conflictivas, sino que confía y espera de Dios su ayuda. Así puede disfrutar de una vida plena, sin amarguras, sin resentimientos, sin odios ni rencores, aunque no excepta de problemas y dificultades, pero con la tranquilidad de saber que Dios está en el control. 

Este pasaje bíblico muestra dos actitudes del ser humano, ante las dificultades de la vida, donde está puesta la confianza, como así también el resultado de esa confianza.

La persona que confía en sí mismo, en cosas o en otra persona, se compara con una zarza estéril y espinosa. Es una vida sin sentido, vacía, sin esperanza que no tiene nada en sí que atraiga a otros hacia ella, por lo tanto vive preocupada, con problemas y en soledad aun en medio de multitudes.

Sin embargo, la persona cuya confianza está en Dios, se compara a un árbol junto a corrientes de agua con verdes hojas, con frescura a su alrededor para contener al cansado, con frutas que alimenta al hambriento, a su alrededor crece la vida, nunca está solo porque personas necesitadas se acercan para recibir contención y está feliz de poder hacerlo. Trasmite paz, amor, felicidad, deseos de vivir y disfrutar de todo lo bello que la vida ofrece, es una persona segura no en sí misma, sino en Dios que la sostiene.

Esto amerita una pregunta, ¿Eres un árbol o eres una zarza? Usted decide que quiere ser y donde depositar su confianza para estar tranquilo, sirviendo a otros y en paz.

Los abraza en Cristo. P. Sosa.

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