Pues Dios prometió a Abraham y a sus descendientes que recibirían el mundo como herencia; pero esta promesa no estaba condicionada al cumplimiento de la ley, sino a la justicia que se basa en la fe. Pues si los que han de recibir la herencia son los que se basan en la ley, entonces la fe resultaría cosa inútil y la promesa de Dios perdería su valor. Porque la ley trae castigo; pero donde no hay ley, tampoco hay faltas contra la ley. Por eso, para que la promesa hecha a Abraham conservara su valor para todos sus descendientes, fue un don gratuito, basado en la fe. Es decir, la promesa no es solamente para los que se basan en la ley, sino también para todos los que se basan en la fe, como Abraham. De esa manera, él viene a ser padre de todos nosotros, como dice la Escritura: Te he hecho padre de muchas naciones. Éste es el Dios en quien Abraham creyó, el Dios que da vida a los muertos y crea las cosas que aún no existen. Cuando ya no había esperanza, Abraham creyó y tuvo esperanza, y así vino a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que Dios le había dicho: Así será el número de tus descendientes. La fe de Abraham no se debilitó, aunque ya tenía casi cien años de edad y se daba cuenta de que tanto él como Sara ya estaban casi muertos, y que eran demasiado viejos para tener hijos. No dudó ni desconfió de la promesa de Dios, sino que tuvo una fe más fuerte. Alabó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le tuvo esto en cuenta y lo reconoció como justo. Y esto de que Dios se lo tuvo en cuenta, no se escribió solamente de Abraham; se escribió también de nosotros. Pues Dios también nos tiene en cuenta la fe, si creemos en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para hacernos justos. Romanos 4: 13-25
¡Qué maravilloso es el amor y la misericordia de Dios! Cada persona en este mundo tiene la garantía de Dios, que si cree en Cristo, es salvo y recibe todas las promesas hechas a su amigo Abraham. La persona no tiene que hacer ninguna cosa extra para ser salvo, Dios no pide absolutamente nada para salvarla, solo debe creer en lo que Dios dice. Eso hace que toda persona en este mundo tenga la misma oportunidad, porque es una solo decisión, creer o no creer, así de sencillo pero también muy profundo para la persona que es orgullosa, porque ella necesita hacer algo para satisfacer su ego. Por eso Jesús dijo; Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:3
La gracia de Dios para con las personas, es algo muy precioso porque trae esperanza, para todos, no excluye a nadie, todos tenemos la misma oportunidad, de acceder al perdón de nuestros pecados, por más groseros que hayan sido y pasar a ser hijos de Dios, por tan solo creerle a Dios por medio de la fe.
Ahora bien, lo que se debe entender es que, la salvación recibimos por gracia de Dios, pero, la santificación de vida diaria, es tarea nuestra. Esto dice la biblia; Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7:1
Tengamos en claro esto, nosotros las personas, nada podemos hacer para lograr nuestra salvación, eso es obra exclusiva de Dios. Pero la santidad de vida, sí es tarea nuestra, porque ahora el Espíritu Santo vive en nosotros, y somos nosotros los que tomamos la decisión de vida que llevamos. Siempre habrá dos opciones, vivir en la carne o vivir en el Espíritu, cada uno decide y se hace responsable de su elección.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
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