Hay un concepto equivocado por desconocimiento de las personas, con respecto a la creencia del pueblo evangélico hacia María la madre de Jesús. Se dice que los evangélicos no creemos en María y tampoco en los santos.
Esto es un error, porque si hay alguien que realmente cree en la virginidad de María, y en la santidad de los hombres y mujeres de Dios, es el creyente en Cristo Jesús.
Creemos y aceptamos lo que dicen las Sagradas Escrituras, que María estando comprometida con José y antes que tuvieran relaciones sexuales. Dios escoge a María, una de las tantas vírgenes de Israel, para que sea la madre de su Hijo Jesús, y ella, por un milagro del Altísimo es embarazada por el Espíritu Santo de Dios, único caso en la historia de la humanidad, que no se volverá a repetir.
Ella sin perder su virginidad, concibió sin la participación de ningún varón, porque el ser que nacería de ella debía ser sin pecado, pues sería el Redentor de la humanidad, el Mediador entre Dios y las personas, el Salvador del mundo.
Jesús el Cristo es la única persona en el mundo nacido de mujer, que fue concebido sin pecado, porque su gestación no fue obra humana, sino que fue planificado desde antes de la fundación del mundo por Dios, con el propósito de redimir a la humanidad de la maldición del pecado, que entró a este mundo por la desobediencia de Adán, en el comienzo mismo de nuestra historia.
Ahora bien, el hecho de que María fuera escogida por Dios, como madre de su Hijo, no la hace igual a Dios, repito, es la madre del Hijo de Dios, no es la madre de Dios, como dice el rezo y la creencia popular. Pero, esa actitud la eleva a una posición de grandeza, por su obediencia al Señor, digna de ser imitada, no solo por las mujeres sino por cada persona en este mundo.
Ella siguió siendo tan humana como cualquiera de nosotros, necesitada de un Salvador, como nosotros, y que ella misma lo manifiesta.
María respondió: ¡Le doy gracias a Dios con todo mi corazón, y estoy alegre porque él es mi Salvador! Dios tiene especial cuidado de mí, que soy su humilde esclava. Desde ahora todos me dirán: ¡María, Dios te ha bendecido! El Dios todopoderoso ha hecho grandes cosas contigo. ¡Su Nombre es Santo! Él nunca deja de amar a todos los que lo adoran. Dios actúa con poder y hace huir a los orgullosos. Quita a los poderosos de sus tronos, y da poder a los pobres.
Lucas 1:46-52
La creencia del pueblo evangélico no implica aceptación, adoración ni petición a las imágenes, que supuestamente, representan a María, y tampoco a ninguna otra imagen, de esas personas santas que vivieron en la antigüedad, menos aún, a las imágenes que dicen representar a Jesús. Lo que es digno de imitar de María, es su sometimiento a la voluntad de Dios, y su humildad para aceptar y permanecer en el lugar que Dios, el Padre celestial, le asignó en el programa de redención del ser humano. Ella nunca quiso usurpar el título de mediadora, ni quitar la autoridad del Padre celestial sobre su hijo Jesús.
María fue importante en la gestación, alumbramiento y crianza de Jesús, pero, hasta ahí fue su participación. A partir de ahí, Jesús dependía directamente de su Padre celestial para dar cumplimiento al plan redentor de Dios a favor de la humanidad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. 1 Timoteo 2:5. Esta declaración del apóstol Pablo, echa por tierra la creencia de que María es la mediadora, Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. Jesús dijo; Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Juan 6:38.
Esta reflexión, no es para polemizar. Tiene como único propósito traer luz sobre lo que dicen las Sagradas Escrituras con respecto a la virgen María y su función en la obra redentora de Cristo, y qué es lo que creemos los evangélicos.
Los abraza en Cristo. P. Sosa
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