Todos aquellos que decimos que creemos y
seguimos al Cristo resucitado, debemos pensar que nuestra vida debe reflejar
eso, leemos en las Escrituras que; todo aquel que dice que permanece en Cristo,
debe andar como Él anduvo. (1 Juan 2:6)
Nuestra conducta diaria debe diferenciarse de
los que no profesan la fe en Cristo, pues ellos viven a su manera, en cambio
nosotros debemos y tenemos que ser diferentes, las Sagradas Escrituras nos da
la respuesta; ¡Pero
esto no es lo que ustedes aprendieron acerca de Cristo! Porque ustedes oyeron el mensaje
acerca de él, y saben vivir como él manda, siguiendo la verdad que él enseñó. Por eso, ya no vivan ni se
conduzcan como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir.
Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar, y ser honestos y
santos de verdad, como corresponde a personas que Dios ha vuelto a crear, para
ser como él. (Efesios 4: 17-24)
Esto nos confronta con una
realidad diferente a lo que normalmente se dice, nos compromete a ser distinto
al común de la gente y no tiene que ver con la religión, sino con una actitud
de vida.
Por eso, ya no deben mentirse los unos a los otros.
Todos nosotros somos miembros de un mismo cuerpo, así que digan siempre la
verdad. Si
se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo
el día, ni deben darle al diablo oportunidad de tentarlos. Quien antes fue ladrón, debe dejar de robar, y
ahora trabajar bien y con sus propias manos. Así tendrá dinero para ayudar a
las personas necesitadas. No digan malas palabras. Al contrario, digan siempre cosas
buenas, que ayuden a los demás a crecer espiritualmente, pues eso es muy
necesario.
No hagan que se ponga triste el Espíritu Santo de
Dios, que es como un sello de identidad que Dios puso en ustedes, para
reconocerlos cuando llegue el día en que para siempre serán liberados del
pecado. Dejen
de estar tristes y enojados. No griten ni insulten a los demás. Dejen de hacer
el mal. Por el contrario, sean buenos y compasivos los unos con los
otros, y perdónense, así como Dios los perdonó a ustedes por medio de Cristo. (Efesios 4: 25-32)
Cuan importante es esto que terminamos de leer, son
los principios de vida que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo nos
propone, para que al incorporar en nuestro diario andar, marquemos un camino a
seguir por todos aquellos que están cansados de un estilo de vida, que conduce
al enfrentamiento inútil sobre cosas materiales y que no ayuda a la sana
convivencia social, y eso hace que el mundo que vivimos se vuelva cada día más
complicado y violento. Donde se prioriza los derechos más que las
responsabilidades que cada uno tenemos y que por lo tanto eso hace que nos
distanciemos unos de otros, porque espero del otro y no me ocupo de tomar la
iniciativa.
Debemos recordar que Jesús nos enseña que; trate a
los demás como me gustaría que me trataran a mí.
Todo esto como pueden apreciar, nada tiene que ver
con una religión, sino más bien tiene relación directa con un estilo de vida
fundamentada en las enseñanzas de Jesús el Cristo Hijo de Dios, quién vino a
este mundo nacido de mujer, pero sin pecado, como una persona más, con las
mismas limitaciones que nosotros, tuvo que ser amamantado, aprender a caminar,
a comer, a hablar, a obedecer. Fue perseguido desde la cuna misma, tuvo que
huir para que no lo mataran antes de tiempo, tuvo hambre, tuvo sed, se cansó,
tuvo sueño a tal punto que se durmió en medio de una tormenta en el mar, fue
traicionado, fue tentado por el diablo, pero nunca se le escuchó quejarse ni
reclamar nada para Él, pero eso si lo vemos permanentemente ocupándose de la
necesidad de los demás en lo físico, emocional y espiritual.
Por eso su vida terrena es un desafío para el ser
humano, porque al pasar por todas las circunstancia que la vida le propuso,
logró salir victorioso. ¿Cuál ha sido su secreto? Su continua dependencia de
Dios el Padre celestial. Es lo que propone al ser humano si quiere tener una vida
distinta, pero eso sí, tiene su costo que no es barato.
Fíjese que la Biblia relata que Jesús tuvo que aprender la
obediencia a través de sufrimiento, si
él siendo sin pecado tuvo que sufrir para aprender a obedecer. ¡Cuánto más
nosotros miserables pecadores! Pensemos que si estamos como estamos, no es
porque no haya otra alternativa, sino porque nosotros, las personas, no
queremos pagar el precio de aprender a obedecer.
Bendiciones. Pastor Sosa
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