Amados hermanos y amigos, en estas celebraciones de Navidad y fin de año, piensen también en el Calvario, porque el niño que nació en Belén es el mismo Jesús que murió en la cruz, fue sepultado, resucitó al tercer día, ascendió a los cielos y se sentó a la Diestra del Padre para interceder por nosotros.
Es el mismo que dijo; Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Juan 10.10 y también, he aquí, Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Él es quien perdona todos nuestros pecados, sana todas nuestras enfermedades y dolencias físicas, emocionales y espirituales. Es el mismo que vive en el corazón de cada uno de aquellos que hemos entregado nuestra vida. ¡Maravilloso Jesús! ¿Cómo no rendirnos a Él y dejar que sea Él en nosotros la esperanza de vida? Ninguno que confía en Jesús, no en el indefenso niño del pesebre, sino en el Jesucristo resucitado, quien venció la muerte y se sentó a la diestra del Padre para interceder por nosotros, nunca estará solo ni desamparado. Con este pensamiento, solos o en familia, con los hermanos en la fe, o con amigos, adoremos al que vive por los siglos de los siglos, y tengamos unas muy, ¡Felices y bendecidas fiestas! Disfrutando la vida sana y abundante.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario