Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 1 Pedro 1:13-23
La santidad en la vida del creyente es todo un tema, no siempre es aceptado por la persona, le da cosas decir “soy santo”, porque eso también implica ser diferente a la mayoría de las personas en su entorno social. Vivir en santidad, es vivir apartado del mal y de la maldad, dentro de un entorno social pecaminoso, relacionándose con las personas, pero, sin participar de sus acciones, conductas y vocabulario.
Cuesta entender que la santidad en una persona, no evita cometer errores o equivocaciones en su diario andar, pero esos errores cometidos, son justamente eso, errores, decisiones mal tomadas, pero no es su estilo de vida, ni su comportamiento habitual, ni bien se da cuenta y corrige esa actitud o conducta.
Una vida de santidad conlleva todo un aprendizaje de decisiones diarias a tomar en obediencia a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, por la sencilla razón que estamos acostumbrados a decidir de acuerdo a las circunstancias, y no siempre en concordancia con los principios y valores establecidos en la palabra de Dios. Pero hay que recordar que solamente el obrar del Espíritu Santo en nuestra vida, hace que diferenciemos entre lo bueno y lo malo de nuestras acciones y conductas.
El sistema del mundo actual está viciado de corrupción y pecado, por lo tanto no se puede tomar todo ejemplo de vida que ofrece, porque muchas veces está en conflicto con la moralidad bíblica afectando las conductas personales, y el comportamiento colectivo en la sociedad de la cual formamos parte.
Siempre debemos recordar lo que nuestro Señor ha dicho; estamos en el mundo, pero no somos del mundo, somos ciudadanos del reino celestial, y nuestra vida debe reflejar esa realidad, manifestando de esa manera que somos hijos del Dios, tres veces santo, por eso nuestra vida debe ser de santidad. Teniendo presente que; sin santidad nadie verá al Señor.
Los abraza en Cristo. P. Sosa
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