Jesús hablando a sus
discípulos les dice; Permanezcan en
mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí
misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar
fruto si no permanecen en mí.
Yo
soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará
mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15
En
esta enseñanza de Jesús a sus discípulos, les recalca la necesidad de
fructificar, y el Padre celestial les acondiciona para eso, trabajando en sus
vidas.
Ahora
bien, ¿Cuál será el fruto del que está hablando Jesús?
Porque
en el libro de Mateo, Jesús hablando dice; por su fruto lo conocerán.
Hay
veces, que al hablar de frutos, se piensa en las cosas que se hacen, ¿Será que
de eso está hablando el Señor? Pero las cosas que se hacen no siempre
manifiestan el ser.
La
pregunta que surge a través de la enseñanza de Jesús es, entonces ¿Cuál es el
fruto que el Padre quiere que demos?
Es
necesario saber eso, porque de lo contrario no sabremos si estamos siendo
fructíferos. Una cosa que se debe recordar que el fruto de una planta,
manifiesta la esencia de esa planta. Ejemplo; una manzana, se sabe que
representa al manzano, una naranja al árbol de naranjo, y no a otro árbol.
En
esta enseñanza de Juan 15, el núcleo del relato es el Señor mismo. Él se
presenta como la vid verdadera, el Padre como el labrador y los creyentes como
las ramas que deben llevar los frutos.
Por
lo tanto debemos recordar, que hemos nacido de nuevo. No ya de nuestros padres
físicos, sino por medio del Espíritu a la familia de Dios. Si vivimos por el
Espíritu, andemos también por el Espíritu. Y el fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley. Gálatas 5
Aquí
comenzamos a percibir con más claridad, cual es el fruto que Dios espera de
nosotros, los que estamos en Cristo.
Lo
que Cristo espera ver en nuestra vida, es el fruto del Espíritu Santo, manifestándose
de una manera sobrenatural, a través de conductas cambiadas, actitudes sanas, y
por sobre todo una vida de plenitud en Cristo. Donde el amor, el gozo, la paz,
la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio
propio estén a flor de piel, sean visibles en todos nuestros actos.
Eso,
sí manifiesta cual es el tronco o la base de nuestra vida.
Porque
lo que vivimos, lo que decimos y lo que hacemos estarán en perfecta armonía,
manifestando quien vive en nosotros.
Ahora
bien, el fruto de nuestra vida, se reproduce por medio de la semilla, usted se
estará preguntando ¿Cuál es la semilla que nosotros llevamos? Y ¿Cómo
reproducir?
La
respuesta nos da el mismo Señor por medio de su palabra.
Cuando
la palabra de Dios, se hace carne en nosotros, pasa a ser nuestro estilo de
vida, es la vida abundante de Jesús en nosotros, y todas nuestras actividades,
y nuestra vida cotidiana va influenciando con nuestras actitudes, con nuestro
vocabulario, con nuestra conducta y con nuestro ejemplo de vida, estamos
sembrando en otros lo que recibimos de Cristo.
Para
vivir de esa manera, Dios nos da poder a través de su Espíritu Santo, viviendo
en nosotros, y nos da autoridad en el Nombre de Jesús, para extender el reino
de Dios, llevando mucho fruto, y fruto que permanezcan.
¡Hermoso
desafío de vida! ¡Se anima a aceptarlo!
Bendiciones. Pastor Sosa
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