miércoles, 29 de agosto de 2018

El fruto del cristiano




Jesús hablando a sus discípulos les dice; Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15
En esta enseñanza de Jesús a sus discípulos, les recalca la necesidad de fructificar, y el Padre celestial les acondiciona para eso, trabajando en sus vidas.
Ahora bien, ¿Cuál será el fruto del que está hablando Jesús?
Porque en el libro de Mateo, Jesús hablando dice; por su fruto lo conocerán.
Hay veces, que al hablar de frutos, se piensa en las cosas que se hacen, ¿Será que de eso está hablando el Señor? Pero las cosas que se hacen no siempre manifiestan el ser.
La pregunta que surge a través de la enseñanza de Jesús es, entonces ¿Cuál es el fruto que el Padre quiere que demos?
Es necesario saber eso, porque de lo contrario no sabremos si estamos siendo fructíferos. Una cosa que se debe recordar que el fruto de una planta, manifiesta la esencia de esa planta. Ejemplo; una manzana, se sabe que representa al manzano, una naranja al árbol de naranjo, y no a otro árbol.
En esta enseñanza de Juan 15, el núcleo del relato es el Señor mismo. Él se presenta como la vid verdadera, el Padre como el labrador y los creyentes como las ramas que deben llevar los frutos.
Por lo tanto debemos recordar, que hemos nacido de nuevo. No ya de nuestros padres físicos, sino por medio del Espíritu a la familia de Dios. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. Y el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5
Aquí comenzamos a percibir con más claridad, cual es el fruto que Dios espera de nosotros, los que estamos en Cristo.
Lo que Cristo espera ver en nuestra vida, es el fruto del Espíritu Santo, manifestándose de una manera sobrenatural, a través de conductas cambiadas, actitudes sanas, y por sobre todo una vida de plenitud en Cristo. Donde el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y el dominio propio estén a flor de piel, sean visibles en todos nuestros actos.
Eso, sí manifiesta cual es el tronco o la base de nuestra vida.
Porque lo que vivimos, lo que decimos y lo que hacemos estarán en perfecta armonía, manifestando quien vive en nosotros.
Ahora bien, el fruto de nuestra vida, se reproduce por medio de la semilla, usted se estará preguntando ¿Cuál es la semilla que nosotros llevamos? Y ¿Cómo reproducir?
La respuesta nos da el mismo Señor por medio de su palabra.
Cuando la palabra de Dios, se hace carne en nosotros, pasa a ser nuestro estilo de vida, es la vida abundante de Jesús en nosotros, y todas nuestras actividades, y nuestra vida cotidiana va influenciando con nuestras actitudes, con nuestro vocabulario, con nuestra conducta y con nuestro ejemplo de vida, estamos sembrando en otros lo que recibimos de Cristo.
Para vivir de esa manera, Dios nos da poder a través de su Espíritu Santo, viviendo en nosotros, y nos da autoridad en el Nombre de Jesús, para extender el reino de Dios, llevando mucho fruto, y fruto que permanezcan.
¡Hermoso desafío de vida! ¡Se anima a aceptarlo! 
Bendiciones.   Pastor Sosa




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