lunes, 24 de junio de 2024

Los judíos y la ley de Moisés, los cristianos y la ley de Cristo.

Tú te llamas judío, confías en la ley de Moisés, y estás orgulloso de tu Dios. Conoces su voluntad, y la ley te enseña a escoger lo mejor. Estás convencido de que puedes guiar a los ciegos y alumbrar a los que andan en la oscuridad; de que puedes instruir a los ignorantes y orientar a los sencillos, ya que en la ley tienes la regla del conocimiento y de la verdad. Pues bien, si enseñas a otros, ¿por qué no te enseñas a ti mismo? Si predicas que no se debe robar, ¿por qué robas? Si dices que no se debe cometer adulterio, ¿por qué lo cometes? Si odias a los ídolos, ¿por qué robas las riquezas de sus templos? Te glorías de la ley, pero deshonras a Dios porque la desobedeces. Con razón dice la Escritura: Los paganos ofenden a Dios por culpa de ustedes.  Es cierto que, a quien obedece a la ley de Moisés, la circuncisión le sirve de algo; pero si no la obedece, es como si no estuviera circuncidado. En cambio, si el que no está circuncidado se porta según lo que la ley ordena, se le considerará circuncidado aun cuando no lo esté. El que obedece a la ley, aunque no esté circuncidado en su cuerpo, juzgará a aquel que, a pesar de tener la ley y de estar circuncidado, no la obedece. Porque ser judío no es serlo solamente por fuera, y estar circuncidado no es estarlo solamente por fuera, en el cuerpo. El verdadero judío lo es interiormente, y el estar circuncidado es cosa del corazón: no depende de reglas escritas, sino del Espíritu. El que es así, resulta aprobado, no por los hombres, sino por Dios. Romanos 2:17-29

El conocimiento de la biblia no es lo que salva y transforma una vida, sino la obediencia a esa palabra de Dios, que se conoce. Aquí el apóstol Pablo predicando el evangelio al pueblo de Israel, hace la comparación entre judíos y no judíos, y les hace ver que el ritualismo no alcanza para agradar a Dios, es necesario la obediencia y el compromiso para ser aprobado por Dios. Pueden tener mucho conocimiento de la ley de Dios, y aún pueden que enseñen a otros, pero si no la practican de nada les sirve. Lo mismo ocurre con el cristianismo moderno, se puede saber todo, se puede conocer todo, se puede enseñar a otros sobre lo que a Dios agrada. Sin embargo en la congregación y sus líderes es muy poco la obediencia a ese conocimiento, creen poco o casi nada para sus propias vidas. Lo que enseñan como mandamiento de Dios a otros, es como si el creyente estuviera exento, que no es necesario vivirlo en su andar diario, y no debe ser así. Eso hace que la gente que no conoce el evangelio, muchas veces dude del poder del evangelio, y descreen de la fidelidad de Dios.

El cristiano verdadero no es el que cumple todos los rituales eclesiásticos, sino los que viven diariamente esa enseñanza recibida, Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. Salmo 119:105

Los abraza en Cristo. P. Sosa.

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