domingo, 21 de abril de 2024

¡No basta con decir Señor, hay que obedecer!

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros? Entonces les diré claramente: Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!  Mateo 7:21-23 

Es muy interesante esta exhortación de Jesús, referente a la relación del ser humano con él, y la esperanza de entrar al reino de Dios. Esta enseñanza deja en evidencia que tener comunión con Cristo como el Señor de nuestra vida y ser ciudadano del reino de los cielos, no consiste en las palabras que digamos o a que religión pertenezcamos, sino que actitud se toma con respecto a él y su palabra, no es lo que hacemos, sino lo que somos.

Al decir no todo, el que me dice Señor, entrará en el reino de los cielos, manifiesta claramente que decir, no es reconocer su Señorío y tampoco hay obediencia a la palabra. Luego la sentencia final hacia esas personas que hacen cosas en el nombre de Jesús sin tener una verdadera comunión con él, ¡es terrible! Jesús dice; entonces les diré claramente, nunca los conocí, aléjense de mí, hacedores de maldad. Qué triste es llegar a las puertas del reino de Dios, con algunos títulos y pergaminos, y tener que ser echado por el dueño del reino, por no haber tenido una relación verdadera de obediencia con él.

Pero, pensemos por un momento, como es el amor de Dios hacia cada persona, vemos que la intención del Señor no es condenar al ser humano, sino cambiar su condición y salvarlo.

Esa es la razón por la cual quedó registrada esta palabra del Señor, como advertencia para todos, para que no haya sorpresa cuando estemos en su presencia a las puertas del reino. Allí no se ingresa de cualquier manera, tampoco por pertenecer a tal o cual religión, menos por hacer cosas en el nombre del Jesús, sino por tener una verdadera comunión con el Señor.

Aquí nuevamente toma mayor importancia las palabras del Señor dicha a Nicodemo, el religioso de su época, si no naces de nuevo, no puedes entrar al reino de Dios.

Paremos un momento, revisemos nuestra vida a la luz de las palabras del Señor, y preguntemos no, ¿Qué me habilita el ingreso al reino de Dios? ¿Mis buenas obras o la obra de Cristo en la cruz? ¿El hacer muchas cosas para él, o el ser como él es?

Que la maravillosa persona del Espíritu Santo, le convenza y le guíe a la respuesta correcta que le abrirá ampliamente la puerta del reino de Dios.

Los abraza en Cristo. P. Sosa

 

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