Alaba, alma mía, al Señor; alabe
todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor, y
no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados y
sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y
compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. El
Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Salmo 103:1-6
Que buen ejemplo del salmista para nosotros hoy, él le dice a su alma que alabe a su Señor y Dios, que no se olvide ninguno de los beneficios que diariamente recibe de parte de Dios. Hay momentos en nuestra vida que es necesario recordar a nuestra alma, todo lo que el Señor hace a nuestro favor. El salmista hace un recuento y nosotros debemos hacer lo mismo, porque ahí descubrimos que Dios no solo se ocupa del espíritu, sino de todo nuestro ser, o sea la persona como tal. Porque somos seres espirituales, que habitamos un cuerpo y tenemos un alma que es el asiento de las emociones, la voluntad y los afectos, por lo tanto todo nuestro ser se ve afectado por el pecado, el cual nos va causando un deterioro en todo nuestro ser.
Continuamente estamos expuestos al pecado, a las enfermedades y dolencias, en peligro de muerte, que muchas veces ni siquiera hay fuerzas para resistir, sin embargo no sucumbimos, ¿por qué? Porque Dios se ocupa de proveer todo lo necesario, cubriéndonos con su amor y librándonos de todos esos peligros y aflicciones, de tal manera que hay veces que no alcanzamos a percibir todos esos beneficios divinos. Esto debe llevarnos a un ejercicio continuo, en la gratitud y el reconocimiento de nuestro Salvador que no nos abandona, y que nunca lo hará. Muchas veces animamos a otros a confiar en Dios, lo cual está bien y es necesario hacerlo, pero eso no quita, que nosotros también hagamos lo mismo en los momentos más complicados que nos toque atravesar, y que no nos olvidemos de alabar y bendecir a nuestro amado Dios y Salvador que nos corona de favores y misericordias.
Que siempre podamos decir con seguridad, ¡Bendice alma mía al Señor, y no te olvides ninguno de sus beneficios! Más aun en tiempo de angustia y tribulación.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
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