martes, 14 de diciembre de 2021

Advertencia contra las falsas enseñanzas

Como ya te rogué al irme a la región de Macedonia, quédate en Éfeso, para ordenar a ciertas personas que no enseñen ideas falsas ni presten atención a cuentos y cuestiones interminables acerca de los antepasados. Estas cosas llevan solamente a la discusión y no ayudan a conocer el designio de Dios, que se vive en la fe. El propósito de esa orden es que nos amemos unos a otros con el amor que proviene de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera. Algunos se han desviado de esto y se han perdido en inútiles discusiones. Quieren ser maestros de la ley de Dios, cuando no entienden lo que ellos mismos dicen ni lo que enseñan con tanta seguridad.

Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella conforme al propósito que tiene. Hay que recordar que ninguna ley se da para quienes hacen lo bueno. La ley tiene en cuenta a los rebeldes y desobedientes, a los malvados y pecadores, a los que no respetan a Dios ni a la religión, a los que matan a su padre o a su madre, a todos los asesinos, a los que cometen inmoralidades sexuales, a los homosexuales, a los traficantes de esclavos, a los mentirosos y a los que juran en falso; es decir, a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza. Y esto es lo que enseña el glorioso evangelio que el Dios bienaventurado me ha encargado.

1 Timoteo 1:3-11

En el mundo entero, las falsas enseñanzas siempre estuvieron y siempre estarán, porque siempre habrá falsos maestros que quieren enseñar a otros, aspectos de vidas que sencillamente les gusta sin detenerse a pensar, si es bueno o es malo, si es saludable o destructivo.

Hablan y enseñan cosas que le son desconocidas para ellos, que solo tienen una vaga noción porque no han profundizado, sobre todo cuando se trata de aspectos de vida espiritual y de principios y valores que están fundamentados en la palabra de Dios.

Es por eso que el apóstol Pablo recomienda a su discípulo Timoteo, estar atento a esas falsas enseñanzas destructivas, a fin de que no sea dañada la comunión de la iglesia por causa de esas ideas falsas de piedad. Y esa misma palabra nos advierte hoy a nosotros, los creyentes en Cristo Jesús, para que tengamos cuidados de qué es lo que creemos, y a quien le estamos creyendo. ¿Cómo saberlo? Si lo que creemos nos edifica, conduciendo al respeto y el amor de los unos por los otros, es de Dios, en cambio si lo que se cree destruye, enfrenta y separa trayendo odio, amargura y resentimiento, no proviene de Dios.

Porque lo que viene de Dios edifica, corrige, consuela y exhorta  en amor, trayendo fortaleza y unidad al cuerpo de Cristo, que es la iglesia.

Los abraza en Cristo. P. Sosa.

 

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