El evangelio es la buena noticia de Dios para el ser humano.
Les digo que Cristo se hizo servidor de los judíos para demostrar la fidelidad de Dios, a fin de confirmar las promesas hechas a los patriarcas, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su compasión, como está escrito: Por eso te alabaré entre las naciones; cantaré himnos a tu nombre. En otro pasaje dice: Alégrense, naciones, con el pueblo de Dios. Y en otra parte: Alaben al Señor, naciones todas; pueblos todos, cántenle alabanzas. A su vez, Isaías afirma: Brotará la raíz de Isaí, el que se levantará para gobernar a las naciones; en él los pueblos pondrán su esperanza. Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo. Por mi parte, hermanos míos, estoy seguro de que ustedes mismos rebosan de bondad, abundan en conocimiento y están capacitados para instruirse unos a otros. Sin embargo, les he escrito con mucha franqueza sobre algunos asuntos, como para refrescarles la memoria. Me he atrevido a hacerlo por causa de la gracia que Dios me dio para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles. Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús. No me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para que los gentiles lleguen a obedecer a Dios. Lo ha hecho con palabras y obras, mediante poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios. Así que, habiendo comenzado en Jerusalén, he completado la proclamación del evangelio de Cristo por todas partes, hasta la región de Iliria. En efecto, mi propósito ha sido predicar el evangelio donde Cristo no sea conocido, para no edificar sobre fundamento ajeno. Más bien, como está escrito: "Los que nunca habían recibido noticia de él, lo verán; y entenderán los que no habían oído hablar de él. Romanos 15:8-21
Las Sagradas Escrituras durante siglos fueron desconocidas en casi todo el mundo antiguo. Israel fue la nación escogida por Dios, para ser custodia de los Mandamientos Divinos que les fue entregado en el monte Sinaí, a la vez ellos tendrían que haber sido quienes las dieran a conocer al resto de las naciones. Ellos no entendieron el propósito de Dios para con la humanidad, por lo tanto no divulgaron esas enseñanzas a todos, sino solamente a los que se integraban como prosélitos del judaísmo. Por eso cuando vino el Mesías prometido, no lo reconocieron ni lo aceptaron, dándole muerte a través de la crucifixión, sin saber que eso era exactamente el motivo por el cual vino Jesús. Cristo dio su vida para rescatar al pecador judío, pero también a los no judíos, Él vino para salvar a todos los que creen en su obra de redención. Con la resurrección de Cristo y su posterior ascenso al cielo, nace la Iglesia de Cristo en Pentecostés, con el propósito de anunciar el evangelio a todo el mundo, con la ayuda del Espíritu Santo quien vino a morar en el corazón del creyente.
Iglesia, que no nos pase lo mismo que a Israel. Esto es lo que no hay que olvidar nunca, el propósito de la iglesia de Cristo es, predicar el evangelio a toda persona, enseñándole las Sagradas Escrituras, para que se conviertan de los ídolos y sirvan al Dios vivo. Pero debemos recordar que, las personas que necesitan ser salvas están fuera de las congregaciones, por eso el mandato divino es ir a encontrase con esas personas necesitadas de Dios, las cuales están sin Dios y sin esperanza en este mundo. Es imperioso salir de los edificios en busca de los perdidos, porque ellos están demasiados dañados y descreídos por el pecado, que no tienen fuerzas para acercarse a un centro de predicación.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
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