lunes, 24 de febrero de 2020

Un mundo conflictivo




Dios es dueño de toda la tierra y de todo lo que hay en ella; también es dueño del mundo
y de todos sus habitantes. Salmo 24:1

Parte 1-
Vivimos en un mundo conflictivo, con ausencia de paz en la mayoría de las naciones, con guerras entre países, en conflictos internos, peleas y disputas territoriales.
¿Cuál es la razón? ¿Por qué se pelean? ¿Qué es lo que impide ponerse de acuerdo y vivir en paz? Esto no es el propósito de Dios para la humanidad, entonces ¿Por qué ocurre?
La respuesta es sencilla pero muy profunda, es porque el ser humano se ha independizado de Dios su Creador, pero quedó bajo el poder y dominio del maligno o sea el diablo.
Para entender esto necesitamos retrotraernos al comienzo, cuando Dios crea la humanidad, creando el primer hombre de la tierra y la primera mujer sacada del hombre y lo nombró administrador de la creación, co-gobernante con Dios, donde Dios el Creador sería en todo y sobre todos, reinando en toda la creación, incluyendo la raza humana. En esos términos avizoraba un futuro glorioso para la humanidad, pues Dios el Creador le dio además de su imagen y semejanza, el libre albedrío que le permitía tomar decisiones.
Recordemos que Dios crea al hombre y lo pone en el huerto en Edén, para que trabajara cuidando del huerto, dándole expresas directivas con respecto a su estadía en ese lugar.
En el mismo había variedad de árboles que Dios había hecho crecer, los cuales servirían para la nutrición de la criatura, entre los cuales estaban el árbol de la vida y el del conocimiento del bien y del mal, proveyendo lo necesario para alimentar el cuerpo y el intelecto humano.
Pero lamentablemente el hombre toma una mala decisión, pues comió del único árbol que tenía prohibido hacerlo, el cual estaba reservado por Dios para un tiempo posterior. El árbol en cuestión al comer, le abrió prematuramente el conocimiento del bien y del mal, sin estar preparado para dicha experiencia, su intelecto juvenil y emociones primarias aún no había crecido ni madurado. Quemó etapas, antes necesitaba aprender cosas que le prepararía, para ese momento especial en que Dios mismo le invitaría a probar esa fruta.

Puede leer la historia de la caída del hombre en Génesis 3

Por causa de esta desobediencia el hombre peca y es separado de Dios, esa acción provoca un cambio en su vida, muere espiritualmente aunque continuó su vida física y queda bajo el dominio o influencia del mal, el pecado entró al mundo y a través del pecado entró la muerte.
La raza humana comienza a deteriorarse moralmente, pues quitó de sí el único límite seguro que tenía, como es la comunión con Dios y  el respeto obediente a su Palabra.
En ese estado comienza a transitar solo un camino desconocido para él, conociendo el bien y el mal pero sin saber cómo manejar ese conocimiento. En ese contexto, la desobediencia anidó en su corazón viviendo de espalda a Dios enemistado con El, obedeciendo sus propios impulsos y deseos carnales influenciados por el enemigo de Dios y por ende de la humanidad.
Eso hizo que la ambición desmedida comience a contaminar sus decisiones, el corazón del hombre se inclina hacia el mal, enojo, enemistad, rencores, venganza y muerte pasa a formar parte de su vivencia, con sentimientos e impulsos que aparecen y no sabe cómo controlar eso.
Esto también afecta las relaciones nacionales e internacionales y aparecen los grandes conflictos, luchas por independencia, por territorios, por límites, por recursos naturales, en fin la lista sería muy larga pues siempre se encuentra un motivo para comenzar una confrontación real o lo que se ha llamado una guerra fría. Luchas de poderes, de clases, en lo político, en lo religioso y también se ve afectada las relaciones interpersonales.
Ahora bien, todo esto tiene solución, pero requiere de la voluntad humana de querer solucionar los problemas personales y sociales. Es sencillo pero no fácil debido a nuestra naturaleza pecaminosa, pues implica negación de uno mismo, habilitar espacio de diálogo para que juntos podamos encontrar la salida sin dañarnos unos a otros. Necesitamos de un mediador justo alguien que pueda conducirnos a discutir con respeto y humildad las cuestiones en las cuales nos cuesta ponernos de acuerdo.
Continuará... P. Sosa

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