Sólo hay un Dios, y sólo hay uno que puede ponernos en paz con Dios: Jesucristo,
el hombre. Jesús
dio su propia vida para salvar a todo el mundo.
En el momento oportuno, Dios
nos demostró que quiere salvar a todos. 1 Timoteo 2:5
Parte 2-
Cuando reconocemos nuestra
triste condición, estamos preparados para invitar a Dios por medio de
Jesucristo que intervenga en nuestras vidas, Él y solamente Él puede ayudarnos,
ya que es el Único mediador para la humanidad, el cual nos ayuda a tener paz
con Dios, conmigo mismo y entre nosotros, pues eso es lo que la humanidad
necesita. Volver a Dios del cual nos hemos alejado por nuestra rebeldía y
desobediencia, es necesario para recuperar la paz interior que hemos perdido,
aprovechando ese gran Sumo sacerdote que Dios levantó a nuestro favor.
Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado
en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos. Pues nuestro Sumo sacerdote
puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a
las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó.
Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso,
para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora
de necesidad.
Hebreos 4:16
¿Qué estamos
esperando para tomar esa decisión?
Puesto que Dios quiere hacernos justos gracias a la fe, tener paz con Él
por medio de nuestro Señor Jesucristo. Pues por Cristo podemos acercarnos a Dios
por medio de la fe, para gozar de su favor, y estamos firmes, y nos gloriarnos
con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos
gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza
para soportar, y esta firmeza
nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza.
Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor
nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado. Romanos 5
¡Maravilloso Dios! ¡Cuánto amor hacia nosotros! Cristo nos dio libertad para que seamos libres.
Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra
vez al yugo de la esclavitud del pecado que tanto daño nos hace. Y sin dudar
que podemos vivir mejor libres de conflictos, libres de odios, libres de
enemistades, libres de rencores, libres para obedecer y amar al Dios y Padre
nuestro, viviendo esa vida plena y abundante que él nos ofrece en Cristo.
Esto
es lo que las Escrituras dicen: ¡No hay ni uno solo que sea justo!
No hay quien tenga entendimiento; no
hay quien busque a Dios.
Todos se han ido por mal camino; todos por igual se
han pervertido.
¡No hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!
Su garganta es un sepulcro abierto, su lengua es
mentirosa, sus labios esconden veneno de víbora y su boca está llena de maldición y
amargura.
Sus pies corren ágiles a derramar sangre; destrucción y miseria hay en sus caminos,
y no conocen el camino de la paz. Jamás tienen presente que hay que temer a Dios.
Romanos
3:10
Es por eso que hay
guerras y rumores de guerra, continuas provocaciones, acciones violentas,
actitud belicosa, insultos y soberbia que no permiten relacionarse
correctamente. Ahí es donde se hace más fuerte la necesidad de que Dios
intervenga en la vida del ser humano, pues él ya hizo todo lo que la raza
humana necesita para cambiar de actitud y estar bien.
Pero es decisión
del hombre aceptar la obra que Dios realizó a favor de la raza humana por medio
del sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las
cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo. Todo
esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo
y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación.
Es decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando consigo mismo al
mundo, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres; y a nosotros nos encargó
que diéramos a conocer este mensaje. Así que somos embajadores de Cristo,
lo cual es como si Dios mismo les rogara a ustedes por medio de nosotros.
Así pues, en el nombre de Cristo les rogamos que acepten el
reconciliarse con Dios. Cristo no cometió pecado alguno; pero
por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de
Dios en Cristo. 2 Corintio 5:17
Ahora bien, con todo este panorama vemos que la humanidad avanza
vertiginosamente hacia una condenación eterna, pues continúa revelándose contra
Dios, no aceptando la sabia Palabra de nuestro Hacedor que continuamente invita
que nos acerquemos a Él. Vengan a mí y pongan atención, escúchenme y vivirán. Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo, llámenlo
mientras está cerca. Que el malvado deje su camino, que el
perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y él tendrá compasión de ustedes;
vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar. Isaías 55:6
Esto nos muestra
que no hay excusas para no aceptar el plan de Dios para la vida de cada
persona, que le llevaría a un cambio radical en su diario andar, pues al
reconciliarse con Dios, armoniza su vida interior, su vida familiar y su vida
social. Como resultado de eso ya deja de ser parte de los conflictos de este
mundo para ser parte de los pacificadores de este mundo.
Bendiciones. Pastor
Sosa