Dios, el
Señor, tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo
cuidara.
Y le dio
esta orden: Puedes comer del fruto de todos los árboles que hay en el
jardín, excepto del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese
árbol, porque el día en que comas de él, morirás.
Luego
Dios, el Señor, se dijo:
No es
conveniente que el hombre esté solo; voy, pues, a hacerle una ayuda adecuada.
Entonces
Dios, el Señor, trajo todos los animales terrestres y todas las aves del cielo,
y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre, porque todos los seres
vivos llevarían el nombre que él les pusiera. El hombre puso nombre a
todos los animales domésticos, a todas las aves y a todos los animales
salvajes. Sin embargo, no encontró entre ellos la ayuda adecuada para sí.
Entonces Dios, el Señor, hizo caer al hombre en un profundo sueño y, mientras
dormía, le sacó una de sus costillas y rellenó con carne el hueco
dejado. De la costilla que le había sacado al hombre, Dios, el Señor,
formó una mujer, y se la presentó al hombre que, al verla, exclamó: ¡Esta
sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Se llamará
varona, porque del varón fue sacada.
Por eso
el hombre deja a su padre y a su madre, se une a su mujer y los dos se hacen
uno solo.
Los dos,
el hombre y su mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza de verse así.
Dios es
el autor del matrimonio y la familia, debemos cuidarla, es para nuestro bien y debemos fortalecernos cada día
en Dios nuestro creador.