Vivimos en un mundo que cada
día se vuelve mas adverso, un mundo violento, un mundo materialista, un mundo
con muchas religiones pero con muy poca vida piadosa y espiritual, un mundo que
se devora a sus habitantes, un mundo que se encamina hacia su propia
destrucción.
Sin embargo nosotros las
personas que habitamos este mundo, somos los únicos responsables de esta
situación caótica mundial, pues no hemos sabido cuidar nuestro planeta, hemos
ido contaminando todo nuestro hábitat y lo seguimos haciendo.
No cuidamos nuestro medio
ambiente y en nombre de la civilización y el modernismo, continuamos nuestra
loca carrera destructiva de los recursos naturales que sanean y contribuyen a
descontaminar la atmósfera, como ser los bosques y selvas milenarias que indiscriminadamente
se talaron y se talan.
¿Por qué digo esto? ¿Cómo lo
sabemos?
Porque la situación climática
nos lo hace ver cada día.
Con terremotos, volcanes,
huracanes, ciclones, sequías, calores extremos, fríos intensos, lluvias
torrenciales, aludes, inundaciones violentas, etc.
Nosotros, sus habitantes.
¿Qué hacemos para cambiar
esto? ¿Cómo reaccionamos ante las cosas que suceden?
Debemos saber que cuando Dios
crea al ser humano, lo hace con un propósito sublime como es, el de ser el
administrador de todo lo creado, bajo las directivas de Dios.
Es muy importante poner
atención a lo que dicen las Sagradas Escrituras con respecto a toda esta
situación, porque según la perspectiva que se tenga de la eternidad, la
relación con Dios, la vida después de la muerte, es lo que regula el
comportamiento humano en este mundo, como se vive y que se hace, sabiendo que hay
que rendir cuenta al Dueño de toda la creación.
El apóstol Pedro escribió; No
olviden el mandamiento que dio nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y que los
apóstoles enseñaron a ustedes.
En primer lugar, tomen en
cuenta que, en los últimos días, vendrán algunos que sólo pensarán en sus malos
deseos.
Se burlarán de las personas
piadosas que creen en Dios y preguntarán: ¿Qué pasó con
la promesa de que Jesucristo regresaría?
Ya murieron nuestros padres,
¡y todo sigue igual que cuando el mundo fue creado!
Esa gente no quiere darse
cuenta de que, hace mucho tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que
con sólo una orden separó la tierra y los mares.
Además, Dios usó el agua del
diluvio universal para destruir al mundo de esa época; pero,
con ese mismo poder, ha dado la orden de que, en el momento indicado, los
cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego.
Serán quemados el día en que
Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal.
En ese día, los cielos desaparecerán en
medio de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la
tierra y todo lo que hay en ella desaparecerán. (2
Pedro 3:6 y 7)
Ahora bien, ¿Se puede escapar
de eso? ¿Hay alguna esperanza para la humanidad?
O lamentablemente estamos todos
condenados a correr la misma suerte, sin ninguna posibilidad de salvarse de esa
situación.
Para eso debemos recurrir
nuevamente a la palabra de Dios, y en ella leemos lo siguiente;
Ya que todo será destruido de
esa manera, ustedes deben obedecer sólo a Dios, hacer el bien, y esperar con ansias el día
en que Dios juzgará a todo el mundo. (2 Pedro 3:11)
Es cierto, toda nuestra
sociedad se está autodestruyendo, no creyendo que la vida sin Dios, no es vida,
solo una mera existencia, el ser humano se encuentra perdido en este mundo sin
Dios y sin esperanza, con un presente efímero, sin tener un futuro cierto, simplemente se
encamina inexorablemente a la tumba, creyendo equivocadamente que allí termina
todo, por eso se comporta de esta manera.
Pero ¿Qué sucede después de
la muerte física? ¿Termina todo en la tumba o existe algo más?
Cuando alguien muere, aunque
muchos no creen, que hay vida después de la muerte, y tampoco aceptan que
exista un cielo y un infierno, se consuelan diciendo; se fue al cielo, se fue
con Dios.
¿Será así, se fue con Dios?
¿Podemos con seguridad decir eso?
Tal vez sea un buen deseo,
una manera de auto consolarse, pero que no satisface plenamente, y esta bien
que sea así, porque eso hará que se trate de encontrar la verdad, con respecto
a lo que sucede después de la muerte y que sucede con el alma.
Porque eso hay que averiguar
aquí y ahora, mientras estamos en esta tierra, para no tener sorpresas
desagradable.
Después de salir de este
mundo, ya es tarde para hacer cualquier corrección al respecto.
¿Qué es lo que se cree? ¿Cuál es la verdad?
En la palabra de Dios
encontramos que dice claramente, quienes no califican para entrar en el reino
de Dios y quienes sí, van a entrar al reino para vivir eternamente con Dios.
Leemos en las Sagradas
Escrituras esto;
No se dejen engañar. Ustedes bien saben
que los que hacen lo malo no participarán en el reino de Dios.
Me refiero a los que tienen relaciones
sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que son infieles en
el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen relaciones sexuales
con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre quieren más de lo que
tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los demás, y a los tramposos.
Ninguno de ellos participará del reino de
Dios. (1 Corintios 6:9-10)
Usted se estará preguntando.
¿Entonces quiénes son los que
pueden entrar al reino y vivir eternamente?
Porque, el estilo de vida de
la sociedad, refleja exactamente todo lo que Dios prohíbe, ellos manifiestan
con sus hechos, que lo que dicen las Sagradas Escrituras, no es verdad, no
quieren creer que es así como esta escrito.
Que se puede vivir de
cualquier manera, hacer lo que se nos ocurra sea bueno o sea malo y que igual
terminaremos en el cielo.
No es así, si leemos
atentamente las palabras dichas por Jesús el Cristo, descubriremos que hay dos
caminos y dos destino final y eso es así, creamos o no, aceptemos o no.
Nosotros elegimos el camino y
escogemos el destino final según el camino que hemos elegido, eso lo manifestaremos
con nuestra manera de vivir, con nuestra
conducta, con nuestro comportamiento, y según cómo vivimos y como nos
comportamos será la manera de construir la sociedad.
Y lo que cada uno elije,
nadie lo puede cambiar, creamos o no, después de muerto no hay misa que valga,
no hay oraciones que hagan efecto, ni siquiera las propias.
Somos personas libres de
escoger y decidir, se puede elegir hacer la voluntad de Dios, o se puede tomar
la decisión de vivir de la manera que cada uno escoja.
Como dice la canción popular;
“A mi manera”
Pero debemos saber que el
destino final, depende de lo que cada uno decide.
Por eso es importante arreglar
nuestras cuentas con el Dueño del reino, antes de partir de este mundo.
¿Estamos transitando hacia una
eternidad con Dios o hacia una eternidad lejos de Dios?
Leamos y escuchemos lo que
Jesús dice;
Es muy fácil andar por el
camino que lleva a la perdición, porque es un camino ancho. ¡Y mucha gente va
por ese camino!
Pero es muy difícil andar por
el camino que lleva a la vida, porque es un camino muy angosto.
Por eso, son muy pocos los
que lo encuentran. (Mateo
7:13-14)
Debemos acordarnos que la
sociedad la formamos entre todos los seres humanos y nuestra conducta
individual hará que sea la conducta de la sociedad, por eso es muy importante
como vivimos.
Detenernos a reflexionar ¿Qué
camino estoy transitando? ¿Será el ancho o el angosto? ¿Cómo saberlo?
Es fácil, si usamos esta
palabra de Jesús como espejo, para mirar nuestro andar diario y comparar.
Mi conducta ¿cómo es? Mis pensamientos ¿son honestos?
Mis acciones ¿son correctas? Mis obras ¿son buenas?
Mi vida ¿es transparente?
De acuerdo a la respuesta que
me da su palabra, sabre como y donde estoy, sabre que camino estoy transitando
y además sabre qué estoy aportando para el bienestar de la sociedad.
Por esta situación que
vivimos los seres humanos, es que Dios tuvo que enviar a su Hijo Amado a este
mundo en forma humana, para enseñarnos que se puede vivir bien, obedeciendo los
consejos de Dios.
Venciendo aquello que domina
al ser humano, y le hace hacer cosas malas, que destruye la buena relación
entre hermanos de raza, y con la creación toda, esto es venciendo al diablo y
al pecado que afecta la vida humana.
Leemos en el evangelio de
Juan 10 esto que dice Jesús; El ladrón, el diablo, no viene más que a robar, y matar,
y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Es maravilloso saber que Dios por medio de
su Hijo nos ofrece una vida plena de victoria sobre el mal y la maldad, y poder
vivir una vida de satisfacción personal y grata a los ojos de Dios y de las
personas.
Para realizar una radiografía de nuestra
sociedad, le propongo un ejercicio sencillo, por ejemplo que prestemos atención
y observemos a las distintas instituciones o clases que conforman nuestra
sociedad actual.
Como ser; los gobiernos, la política, las
religiones, los sindicatos, las obras sociales, los empresarios y los obreros.
¿Cómo son? ¿Cómo actúan? ¿Son confiables?
¿Son honestos? ¿Son responsables? ¿Son compasivos?
Recordemos que el ser humano sigue siendo
el mismo desde todas las épocas, Dios declara esto de nosotros;
El Señor vio que era
demasiada la maldad del hombre en la tierra y que éste siempre estaba pensando
en hacer lo malo, y le pesó haber hecho al hombre. (Génesis 6: 4)
¡Qué triste evaluación de parte de quien
conoce verdaderamente la raza humana!
Pero lo maravilloso, es que no se dio por
vencido ante esta situación, sino que como creador tomó la decisión de hacer algo
al respecto. ¡Enviar al mundo a su Único
Hijo!
¿Para qué? ¿Con que propósito? ¿Qué quiso
lograr? Se preguntara usted.
Si todo sigue igual, el mundo sigue
deteriorándose cada vez más. Las personas continúan maltratándose entre si.
Nada cambia para bien con el paso del
tiempo, al contrario cada día la maldad aumenta.
Ahora bien, Cristo no vino por el mundo
material, Cristo vino por usted y por mí, para ayudarnos a ser distintos,
porque si nosotros los seres humanos cambiamos, la sociedad cambia y el mundo
material mejora también.
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