Sabido es
que nosotros los seres humanos fuimos hechos por Dios con eternidad en el
corazón. Es por eso que la palabra muerte nos asusta un poco y no la queremos
mencionar. Muchas veces no queremos pensar ni hablar del tema, pero es
necesario tenerlo presente porque nos guste o no, todos vamos a pasar por esa
experiencia.
Pero
debemos saber que aunque suframos la muerte física, nuestra vida no termina
ahí, sino que entramos o pasamos a otra dimensión. Creamos o no, hay vida
después de la muerte. Jesús dijo; Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera,
vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto? (Juan
11:25-26)
Es por eso que las Sagradas Escrituras
nos dicen; prepárate para ir al encuentro con tu Dios. Amós 4:12
Normalmente las personas cuando
están por ir de vacaciones hacen todos los preparativos como ser, eligen y
escogen un lugar, averiguan sobre el mismo, hacen las reservaciones, pagan por
su estadía y luego solo esperan que llegue el momento de la partida, para ir y
disfrutar de ese descanso merecido en el lugar escogido.
Ahora bien, si hacemos eso con un
lugar físico y transitorio, ¿Cómo no hacer lo mismo cuando se trata de algo
eterno? Porque aceptemos o no, todos vamos encaminándonos hacia una eternidad,
algunos entraron antes, otros entraremos después, pero al fin todos llegaremos
por igual.
Por lo tanto es necesario que lo
tomemos en serio y nos informemos sobre el tema. Jesús dijo; Entren por la puerta angosta. Porque la puerta y el camino
que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos;
pero la puerta y el camino que
llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran. (Mateo
7:12-14)
Esto nos enseña que hay dos caminos
por el cual llegamos a la eternidad y que cada uno tiene distinto final, uno
tiene que ver con la vida eterna con Dios y el otro tiene que ver con la muerte
eterna separado de Dios. Pero nos toca a nosotros elegir y escoger el camino
por el cual vamos a transitar en esta vida y que nos llevará al destino que
escojamos. Además lo que nosotros elegimos nada ni nadie puede cambiar, una vez
que hayamos partido de esta vida.
Pensemos en esto que contó nuestro
Señor Jesucristo: Un día el pobre murió, y los
ángeles lo llevaron a sentarse a comer al lado de Abraham. El rico también
murió, y fue enterrado. Y mientras el rico sufría en el lugar
adonde van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro
sentado a su lado. Entonces gritó: ¡Padre
Abraham, ten lástima de mí! Manda a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua
y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego. Pero Abraham le contestó: Hijo, acuérdate
que en vida tú recibiste tu parte de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora
él recibe consuelo aquí, y tú sufres. Aparte
de esto, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes; de modo que los que
quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni de allá tampoco pueden pasar aquí.
(Lucas 16:19-31)
Por todo esto es que debemos pensar y actuar en consecuencia.
¿Dónde vamos a pasar la eternidad? En el lugar que nosotros escojamos en forma consciente y responsable. ¿Cómo hacer? La Biblia dice; Este testimonio es que Dios nos ha dado
vida eterna, y que esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo de Dios, tiene también esta vida;
pero el que no tiene al Hijo de Dios, no la tiene.( 1Juan 5:11-12) Y
orando Jesús al Padre dice; Pues tú has dado a tu
Hijo autoridad sobre todo hombre, para dar vida eterna a todos los que le
diste. Y la vida eterna consiste en que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste.
(Juan 17:3)
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