Es bueno reflexionar en este pensamiento que tuvo Job y quedó registrada en las Sagradas Escrituras, porque las personas seguimos siendo las mismas.
¿Te parece justo, Job, afirmar que Dios debe darte la razón? Pues le has dicho a Dios: ¿Qué te importa si yo peco? ¿En qué te perjudica mi pecado? Pues yo te voy a responder a ti, y también a tus amigos. Fíjate en el cielo, y mira qué altas están las nubes sobre ti. Si pecas, eso no afecta a Dios; por muchos pecados que cometas, no le haces nada. Y si actúas bien, nada le das; no le haces ningún beneficio. Es a los hombres como tú a quienes afecta tu pecado y a quienes benefician tus buenas acciones. Bajo el peso de la opresión, los hombres gritan y buscan quien los salve de los poderosos; pero no buscan al Dios que los creó, al que da fuerzas en las horas más oscuras, al que nos instruye y nos enseña por medio de los animales y las aves. Gritan, pero Dios no les contesta, porque son hombres malos y orgullosos. Dios, el Todopoderoso, no hace caso a las falsedades. Aun cuando dices que no ves a Dios, espéralo, pues tu caso está en su presencia. Dices que él no se enoja ni castiga, que no presta mucha atención al pecado. ¡Pero, Job, estás diciendo cosas sin sentido, estás hablando mucho y sin inteligencia! Job 35
Si leyó atentamente, coincidirá conmigo que esto es el pensamiento de muchas personas en la actualidad, inclusive de los que dicen ser creyentes. Por eso es necesario reflexionar en cuanto a lo que se está creyendo con respecto a quien es Dios, y quienes somos nosotros, y por qué se debe hacer lo que es correcto. Porque en definitiva es puro y exclusivamente para nuestro bien, porque hagamos mal o hagamos bien, a Dios no le afecta. Los que sufrimos las consecuencias o disfrutamos del resultado de nuestras acciones, somos nosotros los seres humanos.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.
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