miércoles, 2 de marzo de 2022

¡Lo dijo Jesús!

 

También han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.  Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.  Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.  Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así.  Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así.  Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.

Mateo 5:43-48

Normalmente ¿A quién se ama? ¿A quién se le brinda una ayuda? ¿Al amigo o al enemigo?

Usted dirá; ¡Qué está preguntando! Es obvio, se ama y se ayuda a las personas buenas y necesitadas, ellas se merecen que se les ayude y que se los quiera. Es verdad, eso es lo que uno aprende desde chico, hay que ayudar a las personas que son buenas y amables.

Pero ¿Es correcta esa forma de actuar? Si por alguna razón se tiene un mal concepto de una persona, ¿eso hace que esa persona sea mala? ¿Esa persona, no merece ser ayudada o querida? Supongamos que yo me equivoque en mi forma de actuar y cometa algún error, esa equivocación ¿hace de mí una mala persona, que no merece ser ayudada? ¡Qué tema!

El Señor Jesús vino no solamente para salvar al pecador, sino que también vino para hacer una profunda transformación en la conducta diaria del ser humano, para crear una nueva humanidad a partir de sus enseñanzas y la vida transformada de sus seguidores.

La enseñanza de Jesús va contra toda lógica humana, ¡amar al enemigo! ¡Orar por aquellos que nos persiguen! Es muy difícil de asimilar dicha enseñanza, porque, ¡hay que ir en contra de la enseñanza recibida desde niños! Además va contra todo el pensamiento social, porque en la sociedad está instalado que hay que amar a quien merece ser amado.

Es por eso que se necesita de Cristo en el diario vivir, para poder incorporar esa enseñanza y practicarla, de otra manera es muy difícil, diría casi imposible.   

Pero, cuando se reconoce que las enseñanzas recibidas desde niño, no nos ayudan mucho en el comportamiento social y en lugar de dar solución a los problemas, los potencian, hay que tomar una decisión. Pero ¿Cuál? ¿Aceptar las enseñanzas de Jesús para tener una calidad de vida mejor, o continuar con las actitudes viciadas de las viejas enseñanzas? ¿Qué hará usted? Le cuento, yo desde mi adolescencia tome la decisión de seguir la persona y las enseñanzas de Jesús mi Salvador, y estoy feliz de haberlo hecho. Si tuviera que volver a elegir, lo haría por sus enseñanzas y su ejemplo de vida otra vez.

Los abraza en Cristo. P. Sosa 

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