¿Por qué andamos tristes?
El desconocimiento que hay de Dios y su
palabra en nuestra sociedad, hace creer que tener comunión y relacionarse con
Dios es aburrido, que no hay alegría, que divertirse es malo.
Nada más lejos de la verdad, quizás la
religión o la religiosidad sean monótonas que se vuelven aburridas, porque
tiene muchos reglamentos humanos que hacen que sea así.
Sin embargo la relación con Dios es una
hermosa aventura de vida, el gozo de su presencia es maravilloso, y con
distintas situaciones diarias que invitan a que sean resueltas sin quitarnos la
alegría de vivir.
Debemos saber, si hay algo que Dios desea
realmente para el ser humano es que ¡Sea feliz! Que viva con alegría, con gozo,
a pesar de las circunstancias que le toque atravesar, ya que en eso consiste la
vida, en momentos buenos, pero también de momentos que no nos parecen tan
buenos, pero hay que superarlos.
En las Sagradas Escrituras encontramos
permanentemente el mandato de Dios a que vivamos con alegría: ¡Alégrense
de veras los que buscan al Señor Dios!
¡Refúgiense en el Señor y en su fuerza, busquen siempre su presencia! (1Crónicas 16:11)
¡Refúgiense en el Señor y en su fuerza, busquen siempre su presencia! (1Crónicas 16:11)
Alégrense los que buscan su
protección; canten siempre de alegría porque tú los proteges. Los que te aman,
se alegran por causa tuya, pues tú, Señor, bendices al que es
fiel; tu bondad lo rodea como un escudo. (Salmo 5:11-12)
No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios
todo lo que necesiten, y sean agradecidos. Así Dios les dará su paz, esa paz que la gente de
este mundo no alcanza a comprender, pero que protege el corazón y el
entendimiento de los que ya son de Cristo. (Filipenses 4)
Las personas alegres son
aquellas que buscaron y encontraron el reino de Dios y su justicia, y tomaron
la decisión de vivir en el.
Viviendo una vida sencilla,
tratando de hacer el bien cada momento, sin importar a quien sea, sino que
disfruta en compadecerse y ayudar al prójimo.
El amor
del Señor envuelve a los que en él confían. Alégrense en el Señor, hombres
buenos y honrados; ¡alégrense y griten de alegría! (Salmo 32:10-11)
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