viernes, 18 de febrero de 2022

¿Juicio o misericordia?

 

Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.

Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

Jesús les dijo: El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Momento más tarde.

Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Juan 8:3-11

¡Qué momento es cuando te acusan delante de alguien! Con razón o sin razón, pero hay que atravesar ese momento. Seguramente para esta mujer no sería la excepción, y peor aún por traerla y acusarla ante el joven predicador judío, que gozaba de una intachable moralidad, aunque no siempre reconocida.

Lo menos que ella esperaba, era un terrible juicio y condena de parte de Jesús, pero ¿Cuál ha sido su sorpresa al quedarse sola con él? Jesús la mira y le dice; Yo no te condeno, pero, vete, y no peques más. Esas palabras de Jesús, fueron palabras transformadoras en la vida de esa mujer. No te condeno, fue la palabra de aliento sanadora que Jesús el Hijo de Dios le dio a esa mujer, eso era lo que ella necesitaba.

Pensemos por un momento en esto; cuando nos cruzamos con alguien que se equivocó en la vida, ¿de qué manera nos relacionamos?, ¿nos acercamos con misericordia, o con juicio y condena? Ya que bastante tiene con su conciencia y la condena social. La pregunta que debemos hacernos es; si yo estuviera en su lugar, ¿cómo me gustaría ser tratado a pesar de mi equivocación o pecado? ¡Sin duda que buscamos compasión!

Pero debemos saber qué; aunque las personas nos condenen o no nos entiendan, Jesús siempre está dispuesto a darnos otra oportunidad, Jesús siempre tiene compasión, Jesús no vino para condenar, sino para salvar al pecador. ¡Hay esperanza en Jesús para toda persona que se ha equivocado en su forma de vivir! ¡No tenga miedo de ir o que le lleven ante Jesús! De allí, saldrá restaurado, con esperanza renovada, con nuevos propósitos para su vida. A partir de ahí, ¡Comenzará a vivir libre de toda condena!

Los abraza en Cristo. P. Sosa

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