jueves, 14 de noviembre de 2019

Para pensar y reflexionar.


Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes,  y dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio.  En la ley, Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices?
Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo.  Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo: Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.
Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra.  Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí,  se enderezó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella le contestó: Ninguno, Señor.
Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar.
Juan 8
¡Qué fácil es acusar al otro! Somos rápidos para descubrir pecados ajenos y condenar.
¡Cuánto cuesta reconocer errores propios! Somos especialistas en cubrir nuestros pecados y decir que solo fue una “mala experiencia”.
En cambio Jesús primero escucha, no condena, tiene misericordia,  perdona y ordena un cambio de actitud. ¡Ese es mi Dios y Señor!


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