Esto dicen
las Sagradas Escrituras.
En cuanto
a los cielos y la tierra actuales, la misma palabra divina los tiene reservados
para el fuego, conservándolos hasta el día del juicio y de la destrucción de
los impíos.
De
cualquier modo, queridos, no deben olvidar que, para el Señor, un día es como
mil años, y mil años como un día. No es que el Señor se retrase en cumplir
lo prometido, como algunos piensan; es que tiene paciencia con nosotros y no
quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan. Pero el día del
Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se derrumbarán con estrépito,
los elementos del mundo quedarán pulverizados por el fuego y desaparecerá la
tierra con cuanto hay en ella.
Si, pues,
todo esto ha de ser aniquilado, ¡qué vida tan entregada a Dios y tan fiel debe
ser la nuestra, mientras esperamos y aceleramos la venida del día de Dios!
Ese día, en que los cielos arderán y se desintegrarán y en que los elementos
del mundo se derretirán consumidos por el fuego. Nosotros, sin embargo,
confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una
tierra nueva que sean morada de rectitud.
Por
tanto, queridos, en espera de tales acontecimientos, esforzaos por vivir en paz
con Dios, limpios e intachables. Consideren que la paciencia de nuestro
Señor es para nosotros salvación. 2
Pedro 3
No es para tener miedo,
sino para reflexionar y actuar en consecuencia. Bendiciones
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