Un siervo del Señor no debe andar en peleas; al contrario, debe ser bueno con todos. Debe ser apto para enseñar; debe tener paciencia y corregir con corazón humilde a los rebeldes, esperando que Dios haga que se vuelvan a él y conozcan la verdad, a fin de que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene presos para hacer de ellos lo que quiera. 2 Timoteo 2:24-26
Ser siervo de Dios es un privilegio, pero también es una gran
responsabilidad. Un privilegio por estar al servicio del Rey de reyes y Señor
de señores, y una responsabilidad porque debemos ser, andar y actuar conforme
al carácter del Señor al cual decimos servir.
Dios por medio de su palabra establece los requisitos de cómo
debe
ser la persona que quiere servir al Señor, que es lo que debe
hacer y cómo lo debe hacer, sin aceptar estos
requisitos bíblicos, la persona no puede ser considerada un siervo de Dios.
Si observamos bíblicamente la vida religiosa de estos últimos
tiempos, vemos que hay muchos trabajadores independientes, trabajando para el
reino de los cielos, están en esa condición por no aceptar las exigencias de
vida y conducta del reino de Dios. Esas personas prefieren vivir la vida a su
manera, sin someterse a la palabra de Dios, aunque también quieren ser
consideradas como siervos o siervas de Dios, lo cual es incompatible. Por esa
situación de vida, se vuelven legalistas, exigen a los demás lo que ellos
mismos no están dispuestos a realizar. La palabra de Dios advierte; Los
fariseos y los maestros de la Ley son los que más conocen la ley de Moisés. Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan; pero no
hagan lo que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra. Imponen mandamientos muy difíciles de cumplir, pero no hacen ni el
más mínimo esfuerzo por cumplirlos. Todo eso lo
hacen para que la gente los vea y los admire. Mateo 23
Esto quedó registrado en las Sagradas
Escrituras para que no seamos engañados y podamos crecer en la gracia y el
conocimiento del Hijo de Dios.
Los abraza en Cristo. P. Sosa.